
26 Abr Domínguez en el Museo del Prado
«Desir d’été». Una visión «delirante» sobre Óscar Domínguez y los Maestros Antiguos, es el título de la conferencia que el Catedrático de Historia del Arte, Eugenio Carmona, ofrecerá en el Museo del Prado de Madrid, hoy día 26 de abril, a las 19:00 horas, invitado por la Asociación de Amigos del Museo.
«He aquí un interludio de fechas para intentar comprender algunas cosas. Óscar Domínguez nació en 1906. Tras vicisitudes biográficas propias de una novela decimonónica, decidió dedicarse, definitivamente, a la pintura en 1934. Tenía entonces 28 años y el surrealismo ya casi cumplía su primer ciclo histórico y se diseminaba. ¿Era ya tarde para lo surreal? El joven Domínguez se apropió de Dalí, como luego haría de De Chirico y de Picasso. Pero, en su vertiginoso proceso, inventó la «poética de lo telúrico» y transformó inesperadamente al propio surrealismo. Los lujosos flaneurs parisinos se enfrentaron en las cañadas del Teide al absoluto de la natura naturans, y el surrealismo cambió para siempre.
Todo esto que acabo de escribir es conocido. Lo que no es tan conocido es que, en mitad de este proceso, al menos entre 1933 y 1935, en este Domínguez había «otro». Y un «otro» inesperado. Si Dalí hizo de la «paranoia crítica» un método de conocimiento visual, en la «visión delirante» podemos obtener la revolución de la iconología. Esto era algo que Aby Warburg no esperaba. Y desde la «visión delirante» descubrimos en la obra de Domínguez, entremezcladas con las referencias a los medios de masas, las, presencias, como huellas mnémicas, como «fantasmas» amorosos y vivos, de El Greco, de Tiziano, de Correggio y de Rubens, junto a la impronta, decisiva en Domínguez, de la proporción áurea. Y esto va más allá que una simple relación erudita entre Domínguez y los Maestros Antiguos. Son «sueños diurnos» que cambian nuestra percepción del surrealismo, de su teoría del conocimiento y de nuestro modo de relacionarnos con las imágenes».
